Vemos en la televisión noticias sobre destrucción de patrimonio, mala conservación, o catástrofes como la ocurrida en Notre Dame… pero muchas veces no nos cuestionamos cuál es la importancia de nuestro pasado. Preservar la estructura de una catedral no es simplemente para turistas, sino para recordarnos cuál es nuestro pasado. Nos explica por qué estamos aquí, y por qué las cosas se desenvuelven de esta manera. Es una invitación a cuestionarnos la creación surgida de la naturaleza humana. En momentos de bonanza el patrimonio es la bandera de orgullo del desarrollo de la comunidad, cuando nos encontramos en tiempos de crisis nos refugiamos en sus esquinas idealizando un pasado infinitamente mejor que el presente.

Por esta razón, mantener nuestra memoria material es indispensable, pues es lo que nos hace distintos, y porque es nuestra máxima expresión de humanidad. Aunque no tenga el prestigio de las investigaciones relacionadas con las ciencias tecnológicas, me parece que debería tener una inversión más notoria, ya que puede enseñar valores de compromiso a nuevas generaciones y una mejor dialéctica a los adultos; las nuevas tecnologías son el futuro (al menos en Europa) y como es obvio, tienen un valor mucho más pragmático que una escultura de Apolo, pero la cultura nos permite pensar acerca de qué fuimos y lo que podemos llegar a ser, abriéndonos la sensibilidad a nuevas formas de vida, y hace que una sociedad se plantee si han elegido el camino correcto o el fin adecuado.

A lo mejor una iglesia simplemente es una representación del dogma del siglo XV, pero nos hace entender que todas las respuestas que se imponen de forma certera, no son más que la ortodoxia presente.

Foto: Estatua de Apolo. [icon name=”copyright” class=”” unprefixed_class=””] Wikipedia