Texto de Elena Cuadrado y Héctor Furones, propietarios del molino.
El 26 de octubre, celebramos en el Molino de la Fuente del Corcho la concesión del premio Hispania Nostra a la intervención en el territorio o el paisaje 2024 con el descubrimiento de la placa conmemorativa.
La mañana del sábado 26 de octubre amaneció fría y lluviosa. El evento comenzó a las 11:00 con la llegada puntual de los socios y autoridades de Hispania Nostra. El propietario, Héctor Furones, acudió a la carretera nacional a recibirlos con el fin de ayudarlos a recorrer el camino de herradura propio de los molinos (que traducido al lenguaje actual no es otra cosa que un estrecho camino con un ligero desnivel, bordeado de encinas y con varios badenes).
Una vez en el lugar y hechas las presentaciones, comenzó la visita guiada de mano de los anfitriones, empezando por el manantial que da nombre al molino; después, ya en el interior del molino, comentamos una cartelería que mostraba una breve historia de los molinos hidráulicos harineros, las piezas y el mecanismo básico de su funcionamiento, el molino como escenario de vida (flora y fauna, la picaresca molinera) y un homenaje al río Corneja en el ámbito del molino, la fuerza vital que entraña y que le da no sólo nombre, sino vida al Valle del Corneja. Seguidamente recorrimos y revisamos con detalle el molino rehabilitado hasta casi trasladarnos al pasado y llegar a sentir su olor pastoso y dulzón, el polvo pegajoso que cubría sus piezas y paredes y el ruido ensordecedor de la limpia o de las piedras girando por la fuerza del agua.
A las 12:30 comenzaron a llegar los demás invitados: amigos, colaboradores en la rehabilitación en distintos oficios, gente del lugar, compañeros en el largo y emocionante viaje que ha supuesto devolver la vida al viejo molino. Después de dar el anfitrión la bienvenida a autoridades y asistentes, doña Rosario López, asesora de la Fundación Banco Santander, y don Luis Cueto, vicepresidente de Hispania Nostra, pronunciaron unas palabras que dieron paso al descubrimiento de la placa conmemorativa. A continuación, Lucía González y Carlos Sánchez, vecinos de la zona, y muy unidos al molino, nos recordaron los primeros momentos en su proceso de reconstrucción y sus emociones al ver cómo se recuperaban, paso a paso, los recuerdos de su infancia. Finalmente, dulzaina y tamboril amenizaron bailes de la zona, interpretados por hijos de los presentes, ataviados con antiguos manteos, pañuelos y joyas: un emotivo homenaje a la tradición y al patrimonio inmaterial.
Un brindis con cava, dio paso a que los presentes (unos cien) compartiésemos una comida con productos típicos: patatas revolconas, hornazos, empanadas, embutidos, jamón, aperitivos variados, vino tinto de Toro y blanco de Rueda, café y pastas…con la dulzaina y el tamboril recordando temas que todos conocíamos y disfrutamos (¡hasta un “Cumpleaños Feliz”!).
Mientras tanto, los presentes visitaban el molino, comentaban la cartelería, buscaban sus trabajos y se enorgullecían del resultado final; admiraban las dimensiones de los rodeznos, los nuevos cangilones (idénticos al único original conservado), las engrasadas y tirantes correas de cuero, los sólidos engranajes, los poderosos saetines y sus espigadas llaves, la cuidada madera de tolvas y guardapolvos, las ingeniosas canaletas, la vieja romana, las antiguas medidas, y las delicadas sonajas; otros miraban curiosos el monitor con imágenes que recorrían el proceso completo de la rehabilitación del molino y su entorno, se reconocían en muchas actividades y se sentían parte de una historia que había durado catorce años y que nos había proporcionado a todos momentos especiales y cercanos.
La terca llovizna seguía cayendo, el cielo se volvía cada vez más plomizo y los invitados empezaron a despedirse: poco a poco todo se llenó de abrazos, felicitaciones, buenos deseos, … y mirando de nuevo la placa, ya en los coches, los asistentes recorrieron de nuevo, ahora ya expertos, el camino de vuelta a sus casas. Allí quedó el molino, a las faldas de Gredos, rodeado de los colores del otoño, impregnado por una neblina húmeda, con el Corneja a su espalda.
Decía Alvin Toffler que hay que pensar en las cosas importantes mientras estás haciendo cosas pequeñas para avanzar en la dirección correcta. Nuestro importante objetivo fue conservar este ingenio y su entorno mientras restaurábamos cada una de sus partes. Este premio concedido por Hispania Nostra apoya nuestros esfuerzos y ratifica la dirección que tomamos. Por todo ello, nuestro más sincero agradecimiento.