Todos conocemos uno, dos, tres casos, o más. Seguro que, a nada que nos detengamos a pensar, todos sabemos de algún castillo, alguna iglesia, alguna fábrica o algún palacio vencidos por el tiempo, rotos. Territorios del pasado, invadidos ahora por el olvido y la ruina. Escenarios de la historia que apenas sostienen el fulgor de sus mejores días, cuando sus estructuras resplandecían orgullosas en los valles, las colinas o las veredas.
España es un tesoro. Según la UNESCO, es el tercer país del planeta en riqueza patrimonial. Son tantos los edificios o enclaves de extraordinario valor que se hace difícil, acaso imposible, atender todas las grietas que el tiempo va tallando. Por fortuna, la ciudadanía está cada vez más concienciada sobre la necesidad de recuperar el patrimonio histórico en riesgo. Forma parte de nuestro pasado, pero también debe tener sitio en nuestro futuro. Hay ejemplos extraordinarios de ruinas restauradas que afrontan con brío su nuevo esplendor.