Zaragoza suma tres elementos patrimoniales más a la Lista Roja de Hispania Nostra
Madrid, 11 de enero de 2024- Abandonados, arruinados y sin ningún mantenimiento. Así se encuentran los cuatro elementos patrimoniales de Zaragoza que acaban de ser incluidos en la Lista Roja que elabora la asociación Hispania Nostra y que recoge más de 1.200 monumentos españoles que se encuentran sometidos a riesgo de desaparición, destrucción o alteración esencial de sus valores. Son los siguientes:
Casa palacio de los duques de Villahermosa (Los Fayos)
Visto desde fuera, nadie diría que, en el viejo caserón ubicado en la plaza Mayor de Los Fayos (Zaragoza), pudo haber pernoctado alguna vez un rey. Y no uno cualquiera, sino uno de los monarcas más poderosos que han pisado el orbe: el rey Felipe IV (1605-1665). Se dice que el regente pasó aquí una noche, quizás en uno de sus viajes que le llevaron por sus extensos dominios.
Ahora no queda apenas nada de ese antiguo esplendor. La que fue la Casa palacio de los duques de Villahermosa se encuentra completamente derrumbada en su interior y se ha desplomado la fachada que linda con la iglesia aneja. Se conserva parte de la fachada frontal, aunque cuenta con derrumbe parcial de los arcos superiores. Junto con la caída de los muros, especialmente de los compositivos de la estructura interior, se ha perdido también gran parte de la cubierta de tejas y del alero exterior de yeso sobre el que reposaban.
El interior del bien está atestado de sus propios escombros y se encuentra completamente expuesto a las inclemencias del tiempo, hecho que ha contribuido a un mayor deterioro de los elementos que aún perviven, perjudicando a su estabilidad estructural. Los muros del palacio, tanto interiores como aquellos que componen las fachadas exteriores, presentan grietas verticales que, si no se consolidan, derivarán en mayores desprendimientos.
Hay desprendimiento de piezas de yeso que formaban parte de la decoración de las bóvedas. Se aprecia también un acusado deterioro de las pinturas murales medievales. Se trata de un edificio que constituye un conjunto con la iglesia parroquial de Santa María Magdalena. Es un inmueble de grandes dimensiones con muros construidos en ladrillo, de planta rectangular y con una fachada principal de tres alturas, situada y orientada hacia la plaza Mayor.
Tras las reformas y divisiones estructurales que se han acometido en el palacio, su portada original ha desaparecido. Las tres fachadas visibles, revocadas con yeso, son de gran altura y cuentan con una distribución irregular de los huecos que presenta.
En la segunda planta se aprecian dos vanos con balcón y, al lado de cada uno hay una ventana, recercados todos de enjalbegado y dinteles de sardinel. En la tercera altura, bajo el alero de yeso con forma de escocia, se aprecia una galería de arcos de medio punto que está cegada y muy modificada a su posible aspecto original. La galería continúa en la fachada lateral y posterior.
El edificio fue reformado y ampliado en el siglo XVII sobre la residencia que perteneció a don Martín de Gurrea y Aragón, duque de Villahermosa. «En la segunda mitad del siglo XVII los duques de Villahermosa aparecen como dueños de las tierras de Los Fayos y mandan construir el palacio del Señorío y la capilla contigua para uso del mismo, junto a los «callejares», que formaban el núcleo del asentamiento del origen anterior. Y lo rodean todo con un muro de protección al estilo de los asentamientos rurales de esta época, con una única salida y entrada a la altura de la calle Aurora»
Torres de El Bayo – Castillo de la Corona (Biota)
Se trata de un importante núcleo poblacional medieval, cuyo estudio riguroso sería trascendental para completar el conocimiento del poblamiento cristiano de los siglos XII y XIII en la comarca zaragozana de Cinco Villas. Ya en 1610 Labaña se refiere a él como “lugar deshabitado del conde de Aranda propiedad de Baltasar de Mur”. La trayectoria cronológica casa muy bien con los restos arquitectónicos conservados que pueden llevarse a los siglos XIII-XIV, posiblemente la época de mayor vitalidad del actual despoblado. Dominando la llanura del río Riguel, los restos constructivos se localizan sobre una amplia meseta configurada por dos cerros próximos entre sí.
En el cerro norte se ubican dos torres de planta circular con una posible función defensiva o bien podrían tratarse de molinos de viento; asimismo, el ábside de una iglesia románica inconclusa (conocida como “iglesia inacabada”), con su correspondiente necrópolis, y un edificio de la misma época con función indeterminada que presenta planta rectangular y bóveda de cañón apuntado. El ábside indicado está situado a unos 125 metros al sur de las torres. Presenta planta semicircular, así como el arranque de una bóveda reforzada con nervios que apean en columnas adosadas, delimitando cinco ventanales. Junto a ella se localiza la necrópolis medieval, apreciándose el expolio sufrido en una treintena de sus tumbas.
Por otra parte, en el cerro sur, se localizan los restos de otro templo románico que, en 1925, fue parcialmente dinamitado por su dueño para construir con sus sillares una presa próxima. Se conoce como “iglesia Volada”, está parcialmente conservada su fachada sur, se aprecian cinco vanos distribuidos en diferentes alturas, así como el arranque de una bóveda de cañón apuntada.
La portada aparece semienterrada, delimitada por sendas arquivoltas lisas que apoyan mediante cimacios en dos capiteles mínimamente decorados. Su tímpano, partido en dos, presenta un A 25 metros al norte de la misma se aprecia un aljibe de sillería que ha perdido parcialmente su bóveda de medio cañón. En las laderas este y sur de este cerro, muy escarpadas y erosionadas, se observan a ras de suelo numerosas alineaciones de muros correspondientes a la zona de hábitat medieval, así como fragmentos cerámicos de la misma cronología.
Su mal estado de conservación y avanzada ruina son consecuencia del paso del tiempo, la acción erosiva de los agentes atmosféricos, los movimientos incontrolados de tierra y el abandono por parte de los responsables competentes del bien. Hasta la fecha no se ha realizado actuación alguna destinada a la protección, restauración o conservación de los restos conservados.
A ello hay que sumar el expolio arqueológico y la construcción de numerosos nidos de cigüeñas, de enorme tamaño y gran peso, instalados sobre los muros de las iglesias y torres. Es especialmente preocupante el peligro de colapso estructural inminente que presenta la “iglesia Volada”, a causa del precario estado en que se encuentra su esquina sur. No hay ningún tipo de vallado que impida el acceso de los visitantes, con el consiguiente riesgo que ello supone para la integridad física de las personas.
Torre de vigilancia de origen islámico construida probablemente a finales del siglo IX o principios del X. Su ubicación estratégica permitía una perfecta comunicación visual con otras fortificaciones como la torre de San Mitiel o el castillo de Bolea. La zona pasó a estar bajo dominio cristiano en la segunda mitad del siglo XI. De hecho, encontramos documentada la fortificación en el año 1.091, en la cesión de Sancho Ramírez de “las torres de Tormos y Biota” a los hermanos Aznárez, Fortún y Sancho.
En las siguientes centurias la propiedad de la torre sería motivo de continuo intercambio, puesto que en el siglo XII pasó a depender del monasterio de San Juan de la Peña, para posteriormente ser traspasado a la familia Urriés, señores de la baronía de Ayerbe.
Finalmente, a partir del siglo XV fue adquirido por el linaje de los Gurrea. Como consecuencia de los violentos enfrentamientos entre esta familia y los Urriés, el lugar acabó quedando despoblado por los riesgos que entrañaba. Del conjunto fortificado únicamente se conservan los restos de la torre y un recinto amurallado que recorre el perímetro del cerro, aunque en este último caso está prácticamente desaparecido en su totalidad. La torre es de planta rectangular, con un tamaño de 6,5 x 8 metros y una altura de aproximadamente 10 metros, aunque esta última cifra debió ser mayor porque la estructura ha perdido el remate de los muros.
El edificio está construido con sillares de muy buena calidad dispuestos a soga y tizón en el exterior del muro, al igual que en el interior, aunque en este último caso sólo hasta la mitad de la altura, a partir de la cual se empieza a construir con sillarejo. Los sillares tienen un listel perimetral rebajado y los frentes tallados a puntero, conformando muros con un grosor total de 1,5 metros.
El acceso se realiza a través de una pequeña entrada situada en el muro oeste, conformada por una portada rectangular y un dintel situado bajo un arco de descarga de medio punto. El único vano de la torre se localiza en el muro norte, en forma de una pequeña aspillera. El muro sur se ha perdido completamente, de modo que resulta imposible saber si podría haber albergado alguna suerte de vano.
Se llevó a cabo una intervención de restauración en los muros oeste y sur, aunque esta ha resultado
ser insuficiente, puesto que no ha conseguido frenar el proceso de abandono y deterioro. Se
intentó también eliminar la pintada de spray que sufrió la fortificación como consecuencia de un
acto vandálico en el año 2016, pero aún permanecen restos de la misma.